Obra recogida en: Fernández García, Noelia. De la reconstrucción a la renovación. La arquitectura religiosa durante el franquismo en Asturias (1938-1965). Gijón: Trea, 2021. 

La planta de este templo es una muestra clara del conocimiento de Luis Moya sobre la arquitectura bizantina. De hecho, podría decirse que nos encontramos ante una reinterpretación de esta arquitectura, revisada por el barroco italiano. En este sentido podemos encontrar influencias de Santa Sofía – une las dos hemicúpulas para obtener un espacio diáfano, suponiendo este el paso previo a la elipse –, de Santa Irene – donde encontramos dos cúpulas, una sobre base circular y la otra ya apuntando la elipse –, del templo de los Santos Sergio y Baco y San Vital de Rávena.

Por otra parte, la revisión barroca, concretamente romana, está en estrecha relación con San Carlo alle Quattro Fontane, puesto que la construcción se realizó mediante la edificación de dos cilindros de elípticos, alternando rítmicamente capillas al interior- remitiendo al Panteón y a Santa Constanza en Roma – y nichos al exterior, lo cual le confiere una expresividad plástica que puede ponerse en relación con el concepto de “curva-contracurva”, tan presente en la arquitectura del Barroco.

La cúpula supone uno de los mayores logros en esta arquitectura. Se consiguió a través de la creación de un total de veintidós pares de arcos, siendo cada uno independiente del resto, cruzado y estribado por todos los demás – exceptuando a su paralelo. De esta forma, se consiguió una cúpula que bebe directamente de la arquitectura hispanomusulmana y de la arquitectura barroca. Por otra parte, el hecho de que los cruces de arcos no se realizasen en la zona central de la cúpula, permite la creación de un vano, que ilumina el espacio, y que se corona mediante una linterna, siguiendo también la tradición clásica, especialmente la barroca.